lunes, 17 de enero de 2022

Villa Herbania o el disfrute de la lectura

 




 


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¿Cuánto tiempo hacía que no me daba un atracón de lectura?, ¿cuánto tiempo desde la última vez que me sumergí en una historia y todo a mi alrededor se desvaneció, hasta desvanecerme yo misma?, ¿cuánto desde aquel instante en que las horas se suspendieron en el aire y todos mis sentidos se focalizaron en un solo objetivo: seguir las vicisitudes de unos personajes más reales para mí que lo que sucedía al otro lado de la puerta del cuarto de estar?

 

Me gustaría decir que lo que vais a leer a continuación es una reseña de la novela Villa Herbania, que tan magníficamente ha escrito Isabel Caballero. Pero yo no sé hacer una reseña, no me siento capaz de ello. No se me ocurre nada que decir sobre el estilo de Isabel, la estructura de la obra o el acierto de la autora a la hora de elegir la voz del narrador o la disposición de los acontecimientos. Si lo que queréis es una reseña en condiciones, os recomiendo la que ofrece Javier Autor en su blog (Pinchad aquí). Suscribo todo, de principio a fin. Lo que voy a intentar ofreceros en estas líneas son mis impresiones, las emociones y sentimientos que me han inspirado la novela de Isabel.

 

Villa Herbania llegó a mis manos un jueves. En un primer momento, me contuve las ganas de leer las líneas que abren el capítulo 1: «La apañada». De sobra me conozco y sé que, como me enganche un libro, ya no hay forma de separarme de él. Y eso que mis últimas lecturas han comenzado con expectativas muy altas que enseguida se han visto defraudadas. Sobre la mesa, descansaba La madre de Frankenstein, con el marcapáginas por un tercio del volumen. «Bueno, me dije, cuando termine con Almudena Grandes, empiezo con Isabel». Soy muy maniática y hasta que no termino un libro, no suelo empezar otro. Pero, de pronto, me pareció demasiada abrupta la pendiente de las más de trescientas páginas que me quedaban para terminarlo. Así que no me pude resistir. Primero el prólogo, que no consiguió más que aumentarme las ganas de introducirme en Villa Herbania, luego el nacimiento de Lucía, la apañada, la muerte del padre… De pronto, Lucía cobró vida, Dolores me cautivó y todo lo demás desapareció: deje de oír los golpes que daba el obrero en la cocina de mi casa para reponer los azulejos que se habían despegado de la pared, la voz de mi madre, la televisión a todo volumen, el teléfono, que siempre suena por la tarde, cuando la sobremesa invita a abandonarse a la siesta. No me detuve hasta horas después, al llegar al final y mirar aturdida a mi alrededor sin saber muy bien dónde estaba, con el duelo de quien pierde a un amigo, muchos amigos: los habitantes de Villa Herbania. Los habitantes de Villa Herbania, sí, porque llamarlos personajes es no hacerles justicia. Los personajes de Villa Herbania están vivos. En cuanto abres el libro, invaden la habitación y reclaman toda tu atención. 

 

Conocemos a Lucía desde el momento de su nacimiento. Su madre la tiene sola, mientras su padre está lejos con el rebaño de cabras. Esta escena con la que se abre la novela nos advierte de que la vida de la protagonista no va a ser fácil. Desde el principio, se va a tener que enfrentar a experiencias duras, marcadas por la pobreza, los prejuicios y un contexto histórico y social poco propicio para una niña huérfana de padre que no tiene nada más que su amor por las palabras. Hay muchas formas de contar una historia tan dura. Hay novelas escritas con rabia, con odio, que te raspan por dentro, que te hieren. Las hay escritas desde la sensiblería, que presentan un personaje lacrimógeno que acaba en brazos de un amor que la redime. Isabel no esconde los claroscuros de la vida de Lucía, pero sin caer ni en un extremo ni en otro. Es posible que sólo se trate de una impresión muy personal, pero lo que me cautivó de la novela es el cariño que parece mostrar el narrador por Lucía. Sin aspavientos, con sobriedad, pero sin ocultar cierta ternura por un personaje que no tiene ningún reparo en mostrarse como es, sin disimulos, sin hacer cálculos sobre lo que mejor le puede convenir. Y es esta franqueza de Lucía la que me cautivó. Y no sólo a mí. También al coronel, un hombre que ha visto y vivido mucho y que pronto se siente seducido por la inteligencia y sensibilidad de Lucía. Me encanta la relación que se entabla entre ellos, sus conversaciones, primero sobre libros, más y más íntimas a medida que transcurre la historia. Una relación de amistad, admiración mutua, cariño y, finalmente, de carácter paterno filial.

 

El personaje de Lucía es tan carismático que en la pluma de un escritor con menos talento que Isabel Caballero se hubiera comido al resto de los muchos que habitan esta Villa Herbania. Por el contrario, cada uno tiene su espacio. Aparecen en la novela sin darse codazos entre ellos. Nos muestran sus motivaciones, sus anhelos, sus contradicciones. Todos me han tocado en mayor o menor medida. Incluso doña Berta y su hijo Álvaro, antagonistas de Lucía y su madre Dolores, los malos de esta historia, pero tan vivos y bien construidos que están muy lejos de ser caricaturas. Una muestra más del buen oficio de Isabel Caballero. Como lectora, muchas veces me he sentido defraudada por novelas «buenas» precisamente por la manera de construir a los malos de la historia. Muñecos de cartón sin aristas ni contrastes. Me gusta mucho doña Berta, aunque a veces me saque de quicio; me gusta casi tanto como Dolores y su pragmatismo. Una mujer con una inteligencia natural que sabe conciliar la salvaguarda de sus intereses con los requerimientos de unos tiempos pacatos.

 

Y me gusta Victoria, un personaje que está y no está. No digo más porque descubrirlo como lectora es uno de los mayores placeres que me ha procurado la novela y no quiero privar de ello a los futuros invitados de Villa Herbania. Sólo puedo decir que, al igual que le sucede a Lucía, a mí también me ha hecho soñar con lugares lejanos y aventuras exóticas.

 

Lucía tiene una vida dura, ya lo he dicho; pero no se me ocurre  mejor manera de desentrañar el significado de la palabra esperanza que acompañándola por las estancias de Villa Herbania. Si llegáis al final, os encontraréis con otro personaje que, les aseguro, también os cautivará.